Una noche inolvidable en Estudio Estigia


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No he querido escribir este post corriendo por mucho que me lo pidiera el cuerpo. Sé que cuando algo me sorprende, la emoción crea una imagen que puede alejarse de la realidad. Por eso he querido reposar unos días este relato de la noche del sábado… Junto a mi Ama nos decidimos a acudir a la fiesta de Lérida de Estudio Estigia. Hasta entonces, sólo había intercambiado mensajes con nuestra anfitriona Dómina Sharine y no la conocía en persona. Tenía la sensación de estar ante una persona fantástica, pero claro, mi intuición ya me ha jugado alguna que otra mala pasada antes y no es lo mismo saber de alguien a través de un móvil o un ordenador que compartir tiempo cara a cara.

Nuestra aventura comenzó al mediodía del sábado. Tanto Dómina Sharine como RobertMaxim -nuestros anfitriones- pudieron hacer un hueco en sus preparativos para compartir unos mojitos sin alcohol con nosotros -¡y qué bien entraban!-. Enseguida pude corroborar que Sharine era tan auténtica en persona como escribiendo. Esas risas, esa sencillez y su punto sádico mezclado con esas miradas tan -poco- inocentes enseguida te atrapan. Total que llega la hora de dejarles en paz a los pobres, nos levantamos a pagar y… En algún momento RobertMaxim ya había invitado y ni nos habíamos dado cuenta… ¡Encima que hacen un alto para nosotros!

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Llega la noche. La mazmorra, una delicia. Grande, muy cuidada, con un sinfín de aparatos y juguetes bien ordenados. Un primer vistazo ya ya basta para darse cuenta de todo el cariño y la dedicación que se respira en cada rincón del lugar. La velada comienza agradable, presentaciones, algunas risas y de fondo una pantalla con vídeos eróticos que muestran alguna que otra tortura interesante. Nos habían avisado de que viniéramos sin merendar. Un buen aviso. Al contrario que en otras fiestas en las que he estado la cena buffet realmente existía y no desapareció a los cinco minutos de comenzar el asalto. De hecho, fue lo bastante abundante para que sobrara comida y pudiéramos hacer algún que otro asalto a última hora de la noche -¡qué gusto comer algo tras unas horas intensas!-.

Tras terminar, tarta decorada por la anfitriona y posibilidad de café (a esas alturas no tenía yo espacio para más). Siguen unos minutos de calma chicha en los que empezamos a temer. Dómina Sharine me había dicho días atrás que en sus fiestas se jugaba… Iba esperanzado, pero con la mosca tras la oreja tras varias experiencias en las que había visto juego sí, pero en pocas dosis. Pero los nubarrones se disiparon enseguida. Varios asistentes comenzaron a dispersarse por la mazmorra y comenzó el juego, algunos a un ritmo más potente, otros con calma… Mis ojos estaban ya en aquellos momentos encendidos por la expectativa. Tantos juguetes… Tantas herramientas y mobiliario que probar y experimentar…

Y girando en el centro un ataúd que los anfitriones habían terminado ese mismo día. Tan bonito, con su tapizado y su interior acolchado. Me moría de ganas. Pero la culpa no era sólo mía. Así, como quien no quiere la cosa, Sharine me había dejado caer que podría tener un ataúd el día de la fiesta. ¿Cómo no emocionarme? Todavía habría de esperar un tiempo. Antes llegó el potro y una celda de aislamiento vertical con sus puertecillas colocadas de manera estratégica -ya os imaginaréis dónde se colocaba una de ellas-. Probé el inversor, una máquina infernal que te coloca boca abajo. Y aunque no me gusta un pelo, me encantaría volver a usarla durante más tiempo para mi Ama, que creo disfrutaría mucho.

Al fin, llegó el momento del ataúd. Y ahí los anfitriones tuvieron un detalle que a mí me ha enamorado -todavía siento bien hondo el agradecimiento aquí en el pecho-. Cuando nos decidimos a probarlo mi Ama se apartó un momento con RobertMaxim y cuando volvió tenía una sonrisa inmensa, enorme, junto a unos ojos tan brillantes como diamantes. No sólo iba a ser yo el primero en estrenarlo, sino que además me dejaron probar el ataúd encerrado en un saco de látex y con una máscara de gas. Elementos que, por lo general, no se dejan usar en las fiestas. Cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que ese saco iba unido a una aspiradora para chupar todo el aire entre el látex y mi piel. Y que la máscara de gas iba a unirse a una bolsa de rebreather, para mayor diversión de mis captores (y para mayor sufrimiento de esta pobre víctima :P). Claro, para mayor seguridad me dieron un pequeño timbre que podía apretar en cualquier momento y que aferraba con fuerza en la mano.

La sensación de estar encerrado, inmovilizado en el saco y luchando por cada respiración fue muy intensa. A veces cortaban parte de mi acceso al aire, otras me dejaban completamente sin respiración. A través de la máscara podía ver de vez en cuando las miradas que me dirigían desde arriba. Y escuché perfectamente cómo mi Ama decía en varias ocasiones que me podían sacar ya porque si por mí fuera me quedaría allí toda la noche… En el momento de escucharlo casi hasta me indigné, ¡si yo estaba sufriendo! ¡Tampoco soy para tanto! Pero… Sí, ahora lo pienso y es probable que me hubiera quedado todo el tiempo en el ataúd si así lo hubieran ordenado… Y sin mucha queja por mi parte.

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Cuando me tocó salir, no pude evitarlo. Tenía esa sonrisa de oreja a oreja que se me pega a la cara cuando hago algo que me hace mucha ilusión en el BDSM. Y digo que se me pega porque no había manera de quitarla, debí estar así quince o veinte minutos. No recuerdo muy bien si lo agradecí mucho de palabra o sí hice muchos gestos, pero creo que esa sonrisa es la muestra más pura de lo que me conmovió ese regalo tan inesperado. La noche continuó, y todavía quedaba la traca final. Mi Ama me había comentado que le gustaría que probara aparatitos eléctricos, a pesar del recelo que le provocan (es una forma suave de decirlo :P). Tampoco era parte de los elementos normales de la fiesta pero Dómina Sharine se ofreció a ayudarnos. No hay palabras para describir cómo me impresionó su paciencia, aunque quizás esta parte de la noche debería relatarla mi Dominante por ser, en el fondo, su gran regalo.

Yo, por mi parte, terminé con mi pobre barriga hecha un colador a través de una infernal ruedita de pinchos y sus «agradables» descargas. Aunque ésa sólo fue la herramienta más puñetera del surtido de elementos de tortura. Sufrí mucho y me divertí más, atado a una camilla que no me dejaba posibilidad de escapatoria. Y después de todo sólo pensaba en dar las gracias por una experiencia que me dejó un gran sabor de boca, pero sobre todo unas ganas locas de volver cuanto antes. ¡Ojalá!

3 comentarios

  1. Me alegro mucho, compañero. Veo que estás más interesado en temas BDSMeros y está genial que encuentres sitios para disfrutarlos. Ponme a los pies de tu Ama.

    servus

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